Del patriotismo a la xenofobia

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Por Hugo Maguey

El riesgo de los discursos nacionalistas y anti-gentrificación.

Los discursos nacionalistas y patrioteros han sido una herramienta recurrente en la política y la sociedad para generar identidad y cohesión. Sin embargo, cuando estos discursos se desbordan hacia el exclusivismo y la hostilidad hacia el extranjero, pueden convertirse en una puerta de entrada a la xenofobia. Un caso actual donde esto es evidente es la retórica contra la gentrificación, que en muchos países ha pasado de ser una crítica válida a los efectos del mercado inmobiliario a un discurso con tintes xenófobos que culpa a los extranjeros de todos los orígenes, de los problemas económicos y urbanos.

El nacionalismo, entendido como el orgullo por la propia nación, no es negativo en sí mismo. Sin embargo, cuando se radicaliza y se convierte en patriotismo exacerbado o chovinismo, deja de ser un sentimiento de identidad para transformarse en una herramienta de exclusión. El mensaje de “nosotros contra ellos” ha sido utilizado históricamente para justificar políticas discriminatorias, rechazar migrantes y fomentar el odio hacia lo extranjero.

Ejemplos históricos sobran: desde los movimientos nacionalistas que dieron lugar a regímenes totalitarios en el siglo XX, hasta expresiones más recientes de “primero los nacionales” que se han traducido en políticas antiinmigrantes en diversas partes del mundo.

El caso de la gentrificación y el peligro de culpar a los extranjeros

Uno de los debates actuales donde el nacionalismo y el patrioterismo están jugando un papel clave es en la discusión sobre la gentrificación. En muchas ciudades de América Latina, Europa y Estados Unidos, la llegada de extranjeros con mayor poder adquisitivo ha contribuido al aumento de precios de la vivienda y al desplazamiento de los residentes locales. Este fenómeno, que es en esencia un problema estructural del mercado inmobiliario y la falta de regulación estatal, ha sido simplificado en muchos discursos a un ataque directo contra los migrantes.

En países como México, el caso de los “nómadas digitales” ha generado un rechazo cada vez más fuerte. En redes sociales y protestas, se han visto mensajes como “fuera gringos” o “vete a tu país”, lo que demuestra cómo la crítica legítima a un problema urbano se ha transformado en hostilidad contra ciertos grupos de personas.

Si bien la gentrificación es un fenómeno que afecta negativamente a las clases trabajadoras y medias locales, la narrativa que culpa exclusivamente a los extranjeros no sólo es errónea, sino que también normaliza la xenofobia. Al final, quienes toman las decisiones sobre el mercado inmobiliario no son los nómadas digitales ni los migrantes, sino las empresas inmobiliarias, los gobiernos locales y las políticas de inversión en vivienda.

El peligro de la radicalización del discurso

Cuando los discursos nacionalistas y anti-gentrificación toman un giro xenófobo, los efectos pueden ser preocupantes:

  1. Discriminación y violencia: En diversas partes del mundo, la criminalización de los extranjeros ha llevado a ataques físicos y discriminación en servicios básicos.
  2. Políticas antiinmigrantes: La presión social puede traducirse en leyes que limiten la migración o restrinjan derechos fundamentales.
  3. Deterioro de la convivencia: Sociedades que adoptan discursos excluyentes tienden a fragmentarse y a generar divisiones innecesarias.

Es fundamental reconocer que el nacionalismo y la crítica a problemas urbanos como la gentrificación deben ser abordados con responsabilidad, evitando caer en discursos de odio y xenofobia. Culpar a los extranjeros de problemas estructurales no sólo es un error analítico, sino que también puede convertirse en una justificación para políticas discriminatorias. Si se busca una solución real a la gentrificación, debe analizarse desde una perspectiva económica y social, sin convertir a los migrantes en chivos expiatorios.

Los problemas urbanos requieren soluciones integrales, no respuestas simplistas que únicamente alimentan el odio y la división.