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Por Hugo Maguey
El gobierno de México pidió a Google que cambie la denominación “Golfo de América” por “Golfo de México” en sus plataformas, desatando una polémica que mezcla identidad nacional, geopolítica y el papel de las empresas tecnológicas en la cartografía global. La solicitud, respaldada por una carta oficial, ha sido respondida por la compañía con evasividad, reavivando debates históricos sobre toponimias y la influencia de actores privados en disputas soberanas.
El enojo de México:
Autoridades mexicanas argumentan que el nombre “Golfo de México” está respaldado por siglos de historia y acuerdos internacionales, incluyendo referencias desde mapas del siglo XVI. La Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) calificó el uso de “Golfo de América” como un “acto de negligencia neocolonial”, subrayando que borra la conexión histórica y cultural de México con este cuerpo marítimo. “Es un tema de soberanía y respeto a nuestra memoria histórica”, declaró un vocero gubernamental.
La respuesta de Google:
En una carta breve, Google evitó comprometerse, señalando que sus mapas siguen “estándares internacionales y fuentes ampliamente reconocidas”, sin especificar cuáles. La ambigüedad ha generado críticas, pues la empresa no aclaró si rectificará el nombre. Expertos señalan que, como compañía privada, Google no está obligada jurídicamente a acatar solicitudes de Estados, aunque suele ajustar topónimos según sensibilidades locales .
¿Debe Google responder a un gobierno?
Este episodio plantea una cuestión más amplia: ¿hasta qué punto una empresa privada debe atender exigencias gubernamentales en temas de cartografía? Si bien los nombres geográficos suelen seguir convenciones establecidas por organismos internacionales como la Organización de las Naciones Unidas (ONU) o la Organización Hidrográfica Internacional (OHI), las plataformas digitales como Google Maps utilizan múltiples fuentes de datos y no dependen de un solo estándar oficial.
Un caso similar ocurre con el Canal de la Mancha, que en inglés se conoce como English Channel, sin que esto haya derivado en un conflicto diplomático entre Francia y el Reino Unido. De la misma manera, en otras regiones hay nombres que varían según el idioma o la tradición histórica, como el Mar de Japón (Sea of Japan) y Mar del Este (East Sea), cuya denominación sigue siendo un tema de disputa entre Corea del Sur y Japón. Un caso más, es el “Golfo Pérsico”, que algunos países árabes denominan “Golfo Árabe“.
La disputa por el “Golfo de México” no es sólo un problema de nomenclatura: es un síntoma de cómo la era digital ha transformado viejas luchas por la representación. Mientras Google mantiene su papel de “cartógrafo global”, los Estados enfrentan el desafío de defender su identidad en un mundo donde las fronteras también se dibujan desde Silicon Valley. La pregunta queda flotando: ¿Quién decide cómo nombramos el mundo? ¿Los algoritmos, las naciones, o la historia?
Por ahora, la polémica ha generado una amplia discusión en redes sociales, donde muchos cuestionan si la intervención del gobierno en un tema de nomenclatura digital es proporcional o si, por el contrario, este tipo de situaciones deberían resolverse por canales diplomáticos sin mayor confrontación.
Lo que queda claro es que, más allá del nombre que aparezca en un mapa digital, el gobierno de México ha decidido convertir este episodio en un asunto de Estado, mientras Google insiste en que su plataforma se ajustará a los estándares internacionales sin responder directamente a presiones gubernamentales.